Un jardín, un bosque, un robledal. Los requisitos solicitados por la propiedad, era configurar un paisaje rodeado de arbolado e impregnado de naturalidad, cromatismo y espontaneidad.
El otoño con el contraste de tonalidades adquiere protagonismo, con follajes escarlatas, cobrizos, pajizos. Los pájaros disfrutan de los frutos de los madroños arbóreos y el cobijo de los setos recortados y ondulado de las escallonias Iveyi.
Una pareja de patos, disfrutan de la piscina, como lámina de agua, nadando y sumergiéndose en el agua cristalina.
Se ha generado un hábitat, ecológico, sostenible y generador de biodiversidad.
Diferentes rincones se descubren en el jardín, bajo la sombra de una encina centenaria, una zona estancial flanqueada por unos robles americanos, unos Quercus Robur con unas hamacas en el césped, unas cubiertas vegetales como escenario de fondo de las habitaciones del primer piso.
Setos recortados verdes, texturas de follajes, frutos invernales, esculturas vegetales, esqueletos estructurales de arbolado en invierno, todas las estaciones del año, aportan un paisaje cíclico, cambiante y dinámico, ofreciendo a la propiedad un entorno único que se integra con el paisaje exterior y las vistas privilegiadas de las torres de Madrid.